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Rusia y Ucrania: el tablero de la OTAN

Hay décadas en las que no pasa nada, y hay semanas en las que pasan décadas

A finales del pasado enero el presidente de Ucrania declaraba que no veía una posibilidad cercana de una invasión Rusa en su territorio, si bien el gobierno de Estados Unidos denuncia cómo hace años esa posibilidad tan conveniente para su propia crisis política y su poderosa industria militar ningún poder occidental hizo pública evidencia alguna que demostrara los supuestos planes de Putin.

Sin embargo al momento de escribir estas líneas prácticamente todas las cancillerías del mundo se apresuran a sacar comunicados refiriéndose al conflicto, obligadas a tomar una postura pública. Lo que está sucediendo en territorio ucraniano puede no concordar con las denuncias estadounidenses, pero no cabe duda que es una intervención militar a gran escala, internet para variar hierve con videos y noticias falsas por lo que solo el tiempo aclarará la escala del conflicto y sus características reales, y eso si tenemos suerte.

Sin embargo si queremos aproximarnos a entender el presente y jugar a adivinar el futuro es fundamental hacer un repaso del pasado: los conflictos de esta escala no se generan en un vacío si no a través de un desarrollo histórico forjado en base a las contradicciones del sistema económico mundial. Es fácil caer en responsabilizar exclusivamente a Vladimir Putin como individuo pero ese nivel de análisis es superficial, la historia funciona justamente al revés: son las condiciones materiales de Rusia las que llevan a una persona de sus características a ser presidente y tomar su curso de acción actual.

¿Cuál es, entonces, la cadena de eventos que desemboca en los reportes de bombardeos en las inmediaciones de Kiev en los últimos días?

Cien años de hostigamiento.

El aislamiento político de Rusia proviene de larga data: hace ya mas de cien años triunfaba por primera vez en el mundo una revolución que instaló en el poder político a una coalición de la clase trabajadora con la campesina, hasta ese entonces el país era uno más entre los poderes imperiales europeos, incluso manteniendo alianzas que le harían sumarse al bando francés en la Primera Guerra Mundial

Inmediatamente luego de la revolución el Reino Unido, Estados Unidos, Canadá, Francia, Japón, Italia y un puñado de potencias menores invaden Rusia. En esa época el pretexto no era la pretensión moderna de la instalación de una una democracia liberal - algunos de los poderes todavía eran monarquias - sino la restauración del zarismo, o más especificamente la destrucción del socialismo. La pérdida de vidas resultante de la intervención armada y la hambruna provocada sería dramática.

Casi dos décadas más tarde los mismos poderes se negaban a formar una alianza antifascista con la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas alimentando la esperanza de que Hitler llevara a cabo sus planes expansionistas hacia su territorio y devolviera sus recursos naturales a la merced del capital internacional. Si bien la monstruosidad del nazismo terminó concretando la alianza entre la URSS y occidente la guerra de exterminación alemana sería la invasión más grande de la historia y cobraría 26 millones de vidas soviéticas. Es poco probable que Rusia haya olvidado el momento mas dramático de su historia, ni el hecho de que occidente la puso con entusiasmo en el camino de la bestia.

La tregua sería corta: la guerra terminó con la noticia de que el país que lo invadiera hace veinte años era ahora la principal potencia mundial, poseedora de la bomba atómica y perfectamente dispuesta a usarla contra poblaciones civiles. La guerra fría sería un asalto implacable y constante, Rusia no conocería un momento de paz y el estado soviético sucumbiría en los noventa, finalmente derrotado y sumergiéndose en una caída estrepitosa de las condiciones de vida de su gente de la mano de la restauración capitalista. Su primer presidente elegido a dedo por los propios Estados Unidos, cuyo gobierno financió y orquestó su campaña electoral.

Sin embargo la destrucción de la aspiración de Rusia a la disputa del poder global no cesó la hostilidad: Putin asumió la presidencia en el año 2000, liderando la superación de la calamidad post soviética para inmediatamente intentar ingresar en la OTAN en búsqueda de la recomposición del sistema de alianzas que perdiera con la revolución de octubre, habiendo renunciado definitivamente a ella.

Una vez más Rusia no tendría suerte: Estados Unidos y las potencias europeas no le perdonarían haber amenazado el orden económico y politico mundial que encabezaban con la promesa de un sistema alternativo, además: es útil para la principal potencia mundial tener un enemigo que justifique la continua expansión de su industria armamentística y poderío militar. ¿Por qué desperdiciar tantas décadas invertidas de maquinaria propagandística? Poco importaba ya la completa derrota y caída del poderío de Rusia, seguiría siendo la enemiga del mundo.

La OTAN, concebida específicamente para combatir al bloque comunista soviético no solo no permitió el ingreso de Rusia a su alianza “defensiva” si no que continuó avanzando a paso firme hacia sus bordes. Luego del brutal bombardeo a Yugoslavia y la destrucción completa de ese estado socialista la consigna fue construir nuevas bases militares abarrotadas de misiles nucleares cada vez más cercanas a Moscú , la promesa de no expandirse hacia el este luego de la reunificación alemana quedaría relegada a la categoría de dato de trivia.

Ucrania: la linea roja.

Llegamos así a la última década y la recta final que condujera al climax actual. En el 2008 Ucrania pide unirse a la OTAN, y en 2012 gestiona también su acercamiento a la Unión Europea, planificando una gradual integración política y económica a ese bloque.

Sin embargo el desarrollo de esas alianzas sería turbulento: en 2013 el presidente ucraniano Viktor Yanukovych toma la decision de no firmar los acuerdos planificados por el gobierno anterior con la UE en favor de permanecer neutral y se desata una crisis política y social. La población dividida entre los sectores que favorecen la integración con uno de los principales bloques económicos mundiales predominantes al oeste y aquellos del este de mayor cercanía étnica y cultural con una Rusia de la que formaban parte hasta 1954.

La crisis desembocaría en un golpe de estado en 2014 y la instalación de un gobierno explícitamente favorable a Estados Unidos en alianza con la ultraderecha política y movimientos paramilitares neonazis. Inmediatamente la nueva administración volvería a hacer prioritario el ingreso a la OTAN, firmaría el brevemente abandonado acuerdo con la UE allanando el camino para entrar definitivamente al bloque en 2024 y aceptaría múltiples préstamos multimillonarios del Fondo Monetario Internacional a cambio de las condiciones neoliberales típicas impuestas por el ente, particularmente la eliminación de su subsidios a los precios del gas en el mercado local aumentando las tarifas en un 50%. El FMI volvería a mandar partidas millonarias en 2015 y 2016 siempre y cuando siguiera aprobando la estrategia económica del gobierno, las mismas demandadas por la Unión Europea.

En respuesta al nuevo gobierno de facto las provincias del este de Crimea, Donetsk y Luhansk llevaron a cabo distintos referéndums proclamando su independencia de Ucrania, si bien es cierto que estos procesos ocurrieron durante la turbulencia esperable de un golpe de estado múltiples encuestas de opinión encontraban datos consistentes con el resultado en las urnas en los años anteriores y posteriores a la crisis, inclusive aquellas llevadas a cabo por medios occidentales como el Washington Post al menos en la región de Crimea. Luego de ocupar militarmente la zona, Putin aceptaría que Crimea pase a formar parte de la Federación Rusa, un arreglo que perdura al día de hoy.

La situación en Donesk y Luhansk, sin embargo, permanecería en disputa: tras ocho años un saldo de más de diez mil muertos es el resultado del conflicto armado entre grupos paramilitares con apoyo material ruso y las fuerzas ucranianas que asedian la zona separatista, algunos explícitamente neonazis, recibiendo armas y apoyo de Estados Unidos y sus socios de la OTAN. Por estas cosas cabe hablar con precisión: si se puede decir que hay una guerra, la misma no empieza en 2022 si no que se viene desarrollando durante años, mientras la población de las areas en disputa sufre bombardeos, atentados y asesinatos. Para occidente el objetivo perenne es consolidar finalmente un gobierno ucraniano que siguiera sus lineamientos políticos, económicos y militares en las mismísimas puertas de Rusia, a cualquier costo.

En este escenario, finalmente, se desataría el climax.

El otro lado del charco

Es necesario en este punto hacer un brevísimo repaso del panorama político occidental. Estados Unidos vuelve a su ortodoxia en política internacional luego del turbulento período relativamente proteccionista de la administración Trump, Joe Biden encuentra un escenario de crisis social dentro de sus fronteras y mira con preocupación el acercamiento comercial de la Unión Europea con una Rusia que la abastece de petróleo y gas natural al mismo tiempo que forma un incipiente bloque contrahegemónico con China. China, el verdadero espectro vivo del comunismo, que no para de acumular victorias y con un horizonte sin techo, desplazando a Estados Unidos y sus fondos internacionales región por región, primera en la lista de preocupaciones estadounidenses.

Su respuesta a ambos problemas: aumentar el apoyo armamentístico a Ucrania, aprovechar el todavía vivo fervor que McCarthy y Raegan cultivaran en décadas pasadas para alejar de su gestión a la agenda mediática local y alentar una crisis militar al borde de Rusia, desestabilizando los mercados internacionales actualmente favorables al desarrollo de China, creando un problema para la incipiente alianza entre ambas potencias enemigas y tensando sus relaciones comerciales con la Unión Europea.

Una solución que le viene como anillo al dedo a la administración de Biden, a la que poco parece importarle el riesgo para la poblaciones en Ucrania, Europa y Rusia.

El desenlace

Fuera de Putin y su círculo más cercano nadie sabe con seguridad cual es el alcance de los planes rusos para Ucrania, sus declaraciones y movimientos sugieren que el destino de Donetsk y Luhansk podría ser el mismo de Crimea ya que esas regiones quedarían en una situación precaria sin la protección de la Federación Rusa. Occidente denuncia la posibilidad de una expansión aún mayor, pero un análisis frío diría que Rusia no tiene la capacidad de llevarlo a cabo con posibilidad de éxito: el poderío militar de Estados Unidos y la OTAN no se ha movilizado, pero cualquier paso en falso podría provocar una escalada militar con pocos precedentes y ningún beneficiario, pocas personas empiezan una guerra para perderla.

¿Cuál es entonces el objetivo? Las potencias occidentales le achacan la explicación al “imperialismo ruso”, sin embargo “imperialismo” no es simplemente desarrollar una intervención armada en un país si no usar medidas coercitivas (o la amenaza de ellas) para mejorar la economía del propio país a costa de la de otro. Muchos adjetivos se usan para describir a Vladimir Putin pero nunca he leído a nadie tachándolo de tonto: el sabe que la primera respuesta de occidente será una batería de sanciones económicas, algunas ya bajo efecto y otras (como cortar el sistema financiero ruso de la banca internacional) siendo manejadas y probables. Putin es perfectamente consciente de que las consecuencias económicas para Rusia serán devastadoras, por definición nadie hace imperialismo para empeorar su propia economía.

A la luz del trayecto histórico uno solo puede imaginar que el objetivo de Putin es fundamentalmente un desafío armado a la hegemonía mundial, plantar un mojón, delimitar una zona de influencia, y cambiar la pisada tras treinta años de declive. Su disputa no es dentro de los bordes de Ucrania si no global, que se atreva a hacerla es una señal de que el mundo unipolar planteado desde 1991 ya no existe: Rusia no es el primer ni el segundo poder mundial y está lejos de cualquiera de esos puestos, pero está decidida a disputar su soberanía en los términos que occidente ha marcado y no le falta razón al señalar que las puertas para su inserción pacífica en la comunidad internacional han sido sistemáticamente cerradas a lo largo de un siglo.

Cualquier intervención militar deja a su paso muertes civiles y Ucrania sufre las consecuencias luego de haber sido utilizada como peón geopolítico por occidente. La responsabilidad rusa por esas muertes es obvia pero no debería faltar en ninguna discusión el reconocimiento de esas no son las únicas muertes del conflicto, ni que las piezas que hoy mueve Rusia han sido cuidadosa y deliberadamente configuradas por Estados Unidos y la OTAN para su propio beneficio a lo largo de décadas, buscando un tablero favorable únicamente para ellos mismos, sin importar los riesgos para el resto.

Los poderes occidentales ya no gozan de una hegemonía absoluta, pero esto es una inevitabilidad histórica: en un sistema capitalista global se necesitan siempre enemigos que sirvan como válvula de escape a sus contradicciones y naturalmente serán aquellos que amenacen con romper el orden en vigencia, las potencias secundarias, continuamente hostigadas, son dejadas con solo dos opciones: ser dominadas por el bloque hegemónico en condiciones que empeoran constantemente o entrar en una disputa contra el por su propia soberanía. Eventualmente algunos países elegirán la segunda opción, la lógica dicta que más tarde o más temprano, alguno lo hará con éxito.