No nos hagamos la película.
El sábado pasado me sorprendí muchísimo al ver viralizado un tweet en el que se ve una foto de un cartel, llamando la atención sobre la frase “No dogs or mexicans allowed” (no se admiten perros ni mejicanos).
Inaceptable : cartel en cafe "no se permiten perros ni mexicanos". No es USA, es Pocitos. Propietario norteamericano. Discriminación pura. pic.twitter.com/SrZvLjxudH
— Rodrigo Arim (@RodrigoArim1) April 8, 2017
El fenómeno que se desató como consecuencia del tweet dice mucho sobre los tiempos en los que vivimos, sobre lo fácil que es caer en la gratificación instantánea de sentirse en una posición moral alta por nuestra oposición a un enemigo percibido, tal es el camino sencillo y sin rozamiento que nos lleva a asumir cualquier cosa necesaria para satisfacer nuestro ego y evitar cualquier análisis imparcial que pueda frustrar esa satisfacción.
“No dogs or mexicans allowed” es, como ya se ha señalado en las discusiones en twitter y algunos medios que reportaron la debacle, una frase de la película “The hateful eight” (Los ocho más odiados) de Quentin Tarantino, que se desarrolla en Estados Unidos durante una época en la que tales carteles y reglas eran comunes, y donde lo seguirían siendo por décadas.
En esta película y su anterior trabajo (Django Unchained) Tarantino usa sistemáticamente ejemplos con contenido racial tanto o más violentos, no por el simple impulso de generar violencia en el espectador sino como llamado a la reflexión sobre la infinidad de maneras en las que las sociedades aún caen en la discriminación por raza.
Es más fácil de ver ciertas cosas cuando uno las despoja de sutileza: ni es la primera, ni será la última vez que comediantes, artistas y pensadores usan el shock como llamado al pensamiento. ¿Es incómodo tener que pensar en la existencia de estos problemas, no? Resulta mucho más sencillo dirigir nuestra incomodidad de manera inmediata, salvarnos de la aterradora noción de ser parte del problema con un par de movimientos del dedo sobre la pantalla del celular.
Quizás me sea fácil a mi hacer esta distinción porque soy cliente regular de Coffee Shop hace más de 5 años. Encuentro en ese lugar un espacio increíblemente diverso en el que extranjeros y gente local de todas formas, colores y tamaños se sientan a compartir un café y buena charla, rara vez me voy del lugar sin haber tenido una conversación interesante - a veces con extraños, a veces con otros habitués.
Jim - que junto con su esposa Jeanine son propietarios del lugar y trabajan en él todos los días - son regularmente parte de esas conversaciones, y me ha tocado unas cuantas veces entrar en debates con él. Muchas veces me ha hecho ver puntos interesantes a partir de preposiciones que parecen ridículas, y es que esta es una excelente manera de intercambiar ideas: inmediatamente nos pone en el lugar de querer rebatir su preposición, y por lo tanto pensar intensamente en la cuestión.
Sin embargo, al observador casual este tweet lo lleva por un camino completamente diferente: “Inaceptable”, empieza, “discriminación pura” acusa, y por las dudas, como frutilla de la torta, agrega un “propietario norteamericano”.
¿En que va a pensar la persona sin contexto viviendo en las épocas de Donald Trump, de construir un muro, del “nosotros contra ellos”? Lógicamente, que el autor del cartel es el enemigo, una encarnación de las cosas que despreciamos y queremos estar seguros de combatir, pero ni siquiera por medio de la conversación o el esfuerzo, sino por la conveniente facilidad de un botón de retweet o un comentario ofendido en facebook.
Y es que ofenderse contra la caricatura que proyectamos sobre este caso es mucho más fácil y satisfactorio que la alternativa, twittear lleva mucho menos tiempo que entrar al local y conversar de eso con el responsable, enojarse contra este “proprietario norteamericano” - ¡que por supuesto, está viniendo a nuestro país a llenarse los bolsillos a nuestra costa! - es mucho más catártico que conocer a una persona sensible, inteligente y generosa que vive una vida sencilla y sin grandes aspiraciones materiales.
Si vuelven a ver la foto, tomada el viernes, van a notar que hay una bicicleta atada en el poste del cartel. Esa bicicleta es mía, yo estaba almorzando en el local cuando se sacó la foto. ¿Cuán diferente hubiera sido para Jim y Jeanine esta semana si Rodrigo se hubiera tomado 15 minutos para entrar a preguntar, sentarse a charlar, expresar lo que pensaba? ¿Y nosotros? ¿Cuánto demoramos en ponerlos en el paredón?
Esta semana voy a estar bastante seguido en el Coffee Shop, me consta que Jeanine y Jim están pasando unos días complicados, producto del odio viral generado por esa falta de voluntad de charla. Mi invitación para vos, si todavía me estás leyendo, es que te arrimes al lugar, y hables. Incluso (!sobre todo!) si pensas que me equivoco, o si pensas que Jim cayó en la xenofobia. Vení, sentate, charlá con él y contale lo que te molesta y por qué, escuchá lo que te dice, entablá un diálogo, enfrentá lo que te molesta, conviví. Capaz que todos podemos a aprender un poquito de eso.
Solo por la palabra y la buena voluntad se pueden cambiar las cabezas ajenas, el intercambio de ideas es fundamental para el desarrollo sano tanto de las personas como de las sociedades, podremos twittearnos, tirarnos likes, o lo que se ponga de moda, pero todavía no he conocido un ámbito más propicio a una discusión productiva que un buen café y una charla cara a cara.