Mojones hacia la multipolaridad
Vivimos en una época de crisis estructural no solo del capitalismo, si no más generalmente de la hegemonía imperialista.
El tránsito de esta hegemonía a un mundo multipolar no es instantáneo si no gradual, y asistimos en este momento a un mojón importante y bisagra que representa derrotas estratégicas del imperialismo en múltiples planos.
Este panorama puede verse como alentador cuando pensamos en términos de trayecto histórico, pero es indispensable tener en mente la probabilidad de una mayor escalada de violencia por parte de un imperialismo que se ve acorralado y en decadencia.
La guerra en Ucrania - que la OTAN instigó durante décadas - pasó a su fase militar en 2022 intentando cumplir múltiples objetivos: la quita del foco de las crisis económicas y sociales en EEUU, revertir la integración energética y comercial de la Unión Europea con Rusia, y frenar el crecimiento y consolidación de Rusia como potencia económica y principal aliado de China, país que se posiciona como líder de un naciente bloque contra-hegemónico que se expande y afianza lenta pero inexorablemente: el BRICS.
Considerando que en el Reino Unido se habla de la posible conscripción de ciudadanos en preparación de la guerra con Rusia, y Emmanuel Macron sugiere la posibilidad de enviar tropas francesas a Ucrania hoy podemos afirmar que la OTAN está siendo derrotada militarmente por Rusia.
Por más que esto ocurra en el marco de una guerra proxy las consecuencias políticas y económicas se hacen sentir: Europa - herida y sangrando por el aumento del costo energético debido a las sanciones comerciales aplicadas a Rusia - ve debilitada su capacidad de proyectar poder y los países que sufren su neocolonialismo en Africa aprovechan el momento histórico para recuperar soberanía sobre sus proyectos políticos y recursos naturales, acelerando aún más el declive Europeo,.
Como ejemplo de esto podemos señalar la pérdida del acceso de Francia al minado de uranio en Níger luego del cambio de régimen en 2023. Si bien la ex colonia se había independizado en la década del 70, Francia aún hoy es dueña del 90% de sus yacimientos del mineral que necesitan para alimentar sus plantas nucleares y la pérdida de este recurso a precio de descuento pone en jaque la producción energética del país. No podemos olvidar tampoco que otro de los grandes productores mundiales de uranio es, justamente, Rusia.
En Francia, justamente, se suceden los estallidos sociales y grandes movilizaciones de la clase trabajadora organizada enfrentando los ajustes neoliberales que el gobierno aplica como única herramienta posible para enfrentar a la crisis. En Alemania sufre la industria local como consecuencia de los nuevos costos energéticos producto de la negativa a la compra de gas natural Ruso, y los pueblos de las dos principales potencias de la Unión Europea se preguntan cada vez más por qué sus gobiernos insisten en autodestruirse sosteniendo un conflicto que les es ajeno y está a todas luces perdido.
Hoy, las regiones del Donbas y Crimea forman decididamente parte de la Federación Rusa y están firmemente defendidas, es difícil pensar que vuelvan a formar parte del territorio Ucraniano, donde cada vez más voces plantean el camino diplomático para el final de la guerra.
Si la derrota del imperialismo es militar en Ucrania, en Palestina es de una naturaleza sin precedentes: propagandística y política.
El proyecto de colonización europeo del estado de Israel ha gozado durante toda su historia de la protección material del imperialismo en todos sus frentes, por servir como puesto de avanzada en la proyección de poder en una zona estratégica global como lo es el Oriente Medio.
Apuntalado de esa manera gozó de una impunidad que le permitía constantes asesinatos, masacres, reubicaciones forzadas, torturas, expropiaciones y el constante expansionismo de sus colonos hacia territorio Palestino.
Acostumbrados a esas herramientas encontraron en los ataques del 7 de Octubre la excusa perfecta para acelerar la limpieza étnica del pueblo palestino y su expulsión de la franja de Gaza echando mano a su enorme poderío bélico y una crueldad con pocos antecedentes históricos modernos.
Sin embargo la combinación de una maquinaria propagandística del imperialismo sobre utilizada y desgastada junto con la democratización tecnológica actual significaron que los horrores y las atrocidades que podían esconder en épocas del Nakba están ahora a la vista del mundo. Por primera vez la opinión pública de las masas se vuelve abrumadoramente en contra de Israel, como queda evidenciado por las multitudinarias marchas en favor de Palestina que se suceden a lo largo y ancho del mundo. Como reacción desesperada, la cámara de representantes de Estados Unidos le da media sanción a la prohibición de TikTok, primera red social masiva que no está bajo su control y que ha sido clave en la difusión de información sobre el genocidio.
En esta nueva grieta de la hegemonía se apoya como cuña la denuncia de Sudáfrica a Israel por genocidio ante la Corte Internacional de Justicia, cuyas audiencias preliminares fueron exitosas al encontrar que hay evidencia plausible de genocidio, haciendo lugar un juicio que se asoma en el horizonte como un nuevo desafío a la legitimidad del estado de Israel y sus benefactores.
También los organismos mismos de la ley internacional y la ONU quedan en una posición incómoda: si encuentran culpable a Israel se enfrentará a la institucionalidad internacional contra el imperialismo hegemónico lo cual hará evidente la asimetría entre los poderes, y Israel es encontrado inocente quedarán desacreditados por completo como instrumento de justicia ante los ojos del mundo. Cualquier escenario representa un golpe a la narrativa de un mundo regido por una orden internacional justo.
La novedad es que en la fase actual el capitalismo y el imperialismo - que han demostrado ser por demás adaptables a sus diferentes crisis históricas - se queda, poco a poco, sin margen de acción.
A medida que sus crisis estructurales se acentúan se van reduciendo las válvulas de escape que lo han sostenido en el pasado: sus economías son cada vez menos capaces de ejercer extractivismo neocolonialista debido en buena parte a la integración económica global con China, internamente los ajustes neoliberales se vuelven su única herramienta para enfrentar sus crisis económicas, pero estos son cortoplacistas e incapaces de solucionar sus contradicciones internas, y apenas logran ganar un poco de tiempo a costa de bajar la calidad de vida de sus poblaciones locales, erosionando su sostén político y la legitimidad misma de sus sistemas democráticos.
El imperialismo, acorralado, tiene como únicas opciones claudicar y debilitarse o apostar a victorias militares como única estrategia de salida, la apuesta es riesgosa: es dudoso que las potencias puedan sostener los costos políticos internos de una economía de guerra en sus condiciones actuales, la victoria apenas les haría ganar tiempo, y la derrota multiplicaría el daño económico y político a sus gobiernos.
El mundo ve con claridad el panorama y apuesta por un reordenamiento del sistema económico y político mundial, con el BRICS como principal herramienta y aglutinante proponiendo un modelo de paz, respeto a la soberanía de los pueblos y prosperidad mutua.
El tránsito hacia la multipolaridad continúa plantando mojones, y solo queda preguntarse cuál será el próximo.